domingo, 24 de abril de 2016

Salvador Novo
A finales de los 80s  durante  una entrevista a el Maestro Federico Cantú (1907-1989)
Surgió la pregunta , Maestro Cantú cual es su opinión respecto a la obra de Rivera?

-Mire conocí a Diego y tuve la oportunidad de ser uno de sus achichincles, en la época en que pintaba los murales de la SEP- Lo que es increíble es que Frida sea mas conocida que el  y creo que en eso tuvo mucho que ver  Salvador Novo
con toda esa carga de la Diegada!.











Muchos años despues durante una entrevista a Lupe Rivera , le pregunte “Doctora Rivera a que se referían con el tema de la Diegada?”

Me dijo – Mire Cantú, cuando yo era pequeña en casa de mis padres coexistían dos grupos uno de intelectuales muy amigos de mi madre y otro antagónico de comunistas y pintores cercanos a mi padre, resulta que un dia llega mi Padre y avienta el periódico diciendo mira nada mas lo que esta haciendo tu madre, el se refería a toda esa serie de publicaciones difamatorias que Novo se encargo de publicar en torno a todo lo que mi madre( Lupe Marín )  le había contado respecto a la aventuras amorosas de mi padre.





Sonetos a Diego por Salvador Novo

La Diegada

Rafael querido, tu “Canto a Rivera”
porque decoró la sede de Cortés,
huele a mejor ana que la primavera
indiana que llega postrada a tus pies.
Pues ya sus cosechas hasta Cuernavaca
llenaron paredes con arte de ley,
celébrenlo todos, que en limpio se saca
que cuerna la vaca mientras pinta el buey.
A inmortalizarlo, tímido, me llego;
seremos en ello, padrinos, compadres.
Digamos su vida: llámaronle Diego
porque es de San Diego —pero de los Padres.
A veces suspira con hondas saudades
en su edad de oro por su edad de hierro
y mira el pasado, y en sus mocedades
ve cerro tan sólo, ve cerro tras cerro.
El genio en su frente brotaba pujante,
gallardo y enhiesto en forma de agujas;
pasó por Lovaina, detúvose en Gante
y puso pinceles al Puente de Brujas.
Por rara ocurrencia e insólito caso
en las novilladas del arte, el pintor
tropieza en el coso con Pablo Picasso
que en él se ejercita como picador.
Regresa oportuno con buena contrata
en la temporada del diestro Pepete;
danle el anfiteatro, del cual se si trata
recluta, retreta, retrata y retrete.
De Nueva Galicia con fresca Gorgona
—el traje de jockey, la voz de sargento,
modelo en el muro, tumulto en la zona—,
monstruoso celebra el carnal juntamiento.
Las furias asombra tamaño conjuro,
que aquél cuya panza tomaron por frente
no puede ante el muro lograr ponteduro
con mano que empuña pincel deficiente.
Catástrofe horrible que nada consuela;
deplórenlo todos por la Guada Lupe;
del pobre Juan Diego no prende la vela
y en seco se proyecta lo poco que escupe.
Subió la escalera. Y opina la gente
que nunca su genio más alto voló.
(Lo dijo Aristótil, varón omnisciente,
ya puede que sí, ya puede que no.)
Yo pongo en  veremos el caso dudoso,
pues no me parece bastante probado;
¿Volar, Aristótil? Pues ¿no hay en el coso
muchísimas veces un toro embolado?
Portento cornátil, la gente de Rusia
el grave le enseña pendón colorado.
Acude al reclamo, las patas se ensucia,
le cortan la oreja y el rabo colgado.
La estrella que roja sus rayos aduce,
la estrella que manda los ricos al diablo,
al astro leníneo, lumínico luce
allí donde siente calores de establo.
Aprende en la estepa las cosas que sepa:
de quien las trabaje son tierra y mujer.
¡Que cuanto le quepa se meta en la pepa,
pues él no la puede por cable joder!
Complazca en su ausencia su lóbrego abismo,
procure su esquila constante repique:
¡Salud, camaradas! ¡Esto es comunismo!
¡Dejádmela buena para el bolchevique!
Un crítico grácil, esbelto y albino,
de lánguido talle, los ojos asoma;
el diestro, siniestro, y el vuelo ladino
como una paloma.
Dejemos a Diego que Rusia registre,
dejemos a Diego que el dedo se chupe,
vengamos a Jorge, que lápiz en ristre,
en tanto, ministre sus jugos a Lupe.
Repudia a la vaca jalisca y rabida
la deja en mano del crítico ralo
y va y le echa un palao a una que se Kahlo
apellida y se llama —cojitranca Frida.


Su suerte cambiaron clarines famosos,
la gente a su paso se pone en cuclillas,
espera medallas, y aquellos tramposos
en cambio le quieren poner banderillas.
No tienen razón los que se violentan
antes de sus estampas, y dícenle agravios;
si cara de idiotas sus monos ostentan,
es que le disgusta pintar monosabios.
Regresa este genio grande entre los grandes,
tiene conquistada su gloria mejor.
Puso nuestra patria una pica en Flanbes
—y otra le pusieron a nuestro pintor.
Hacia California, la Meca del cine,
sus pasos dirige en fecha nefasta
porque nadie piense ni nadie imagine
que él no es el primero que como cine-asta.
Allí los apuros para el desayuno,
que cuando su esposa pedía hot-cakes,
él, baja la testa, pedía el muy tuno
crujientes y frescos platos de corn-flakes.
Volvió —de la gloria más alta en la cima—
de Estados Unidos a fines de Abril.
Le dieron los yanquis, la tierra y el clima
los ímpetos nuevos de un Búfalo Vil.
La buena costumbre se aprende en la escuela,
y aquella porcancia nutrida de ordure,
ya diario se baña, seguido se pela,
y cada semana se da cornicure.
Del año en la fértil saison esplendente
—mentido de Europa raptor, como dice
don Luis el de Argote—, la luna en la frente
se afirma en los patrios terrenos que pise.
Hasta sus rascacielos enorme y derecho
lleva sus pinceles el hijo de puta.
Nueva York se asombra, porque se ejecuta
por la vez primera El buey sobre el techo.
La plaza de toros no es como el estadio
y este buey no puede dar la vuelta al ruedo.
Su estampa disgusta, y a modo de pedo
nos lo reentorila la Ciudad del Radio.
Sonetos a Diego
La diestra mano sin querer ha herido
el berrendo del muro decorado,
y por primera vez tiene vendado
lo que antes tuvo nada más vendido.
Un suceso espantable es lo ocurrido;
descendió del andamio tan cansado,
que al granero se fue, soltó un mugido
y púsose a roncar aletargado.
Y una mosca inexperta e inocente,
aficionada a mierda y a pantano,
vino a revolotear sobre su frente.
Despertó de su sueño soberano
y al querer aplastar —¡hado inclemente!—
se empitonó la palma de la mano.
Cuando no quede muro sin tu huella,
recinto ni salón sin tu pintura,
exposición que escape a tu censura,
libro sin tu martillo ni tu estrella,
dejarás las ciudades por aquella
suave, serena, mágica dulzura,
que el rastrojo te ofrece en su verdura
y en sus hojas la alfalfa que descuella.
Retirarás al campo tu cordura,
y allí te mostrará la naturaleza
un oficio mejor que la pintura.
Dispón del viaje ya. La lluvia empieza.
Tórnese tu agrarismo agricultura,
que ya puedes arar con la cabeza.
Marchóse a Rusia el genio pintoresco
a sus hijas dejando —si podría
hijas llamar a quienes son grotesco
engendro de hipopótamo y harpía.
Ella necesitaba su refresco
y para procurárselo pedía
que le repiquetearan el gregüesco,
con dedo, poste, plátano o bujía.
Simbólicos tamales obsequiaba
en la cursi semanaria fiesta,
y en lúbricos deseos se desmayaba.
Pero bien pronto, al comprender que esta
consolación estéril resultaba,
le agarró la palabra a Jorge Cuesta.
Pues Tina y Cuba sirven de trinchera
para huir de la cólera de Cuba,
Cuba a Tina cortó la regadera
de modo que ya no hay quien se le suba.
Se agotaron las flechas de su aljuba.
Su vida terminó perecedera,
y lo llora la turba arrabalera
que comunismos pútridos incuba.
Y diego, el comunista distinguido,
que maneja el pincel ultramoderno
y que es tan buen pintor como marido,
por el largo desfile hacia el infierno,
en homenaje al desaparecido,
aporta una corona en cada cuerno.
Pues la revolución todo lo premia
con aproximaciones y reintegros,
y la cena fatídica de negros
está por terminar, y el tiempo apremia,
nombraron director de la Academia,
a quien cambió una madre por dos suegros,
a quien con sus pinceles pelinegros
la pintura mural hizo epidemia.
Y hallando en mal estado el edificio,
lleno de cuarteaduras de plastas,
púsose a meditar, con sano juicio.
Y le dijo al rector: “Aquí no gastas,
que voy a aprovecharte mi oficio.”
Y apuntaló los techos —con las astas.
Ya no nos pintes más hoz y martillo
ni mezcles agristas con obrero;
guarde ya tu pincel aventurero
el depósito fiel de tu fundillo.
Ilustrados falaz del Laborillo,
vete por el camino verdadero,
y acude al que te atañe lastimero
virgiliano llamar del caramillo.
Luciente honor del cielo, y cuando vayas
a las exposiciones en que brillas,
paces, muges, decoras y atalayas,
los jurados harán, gente sencillas,
que te impongan en vez de medallas
unas decorativas banderillas.
El berrendo mural, Tauro eminente,
becerro babilonio, Apis moderno,
lleves coyando, riendas y pesante:
Simile mostro visto ancor non fue.
Tus hermanos, uncidos al dorado
carro, te abandonaron en el monte,
perdido todos, sólo tú ganando.
Míralos trasponer el horizonte;
quizá traigan el paso fatigado,
Ma le quattro un sol corno avean per fronte.
Querido Rafael, ese soneto
cuyo motivo sobrecoge y pasma,
me ha llenado de envidia pecho y asma,
como dará valor al cornupeto.
Tanto admiráis estampa en el sujeto
sujeto, digo bien—, que su fantasma
hace que me levante de la casma
y que venga a confiaros un escreto.
Téngole envidia y miedo, y aturdido,
ni al revés sé si escribo ni al derecho,
y es mi mayor tortura y mi cuidido;
donde el lápiz grabó, “pase despecho”,
que un celoso tipógrafo entendido,
me vaya a corregir “pases de pecho”.
Un buey cansado, sucesor del Giutto,
enchicagó su carne enlatecida,
en andamios trepó, y en la Avenida
Quinta de Nueva York hizo alboroto.
Vacío de criadillas el escroto,
su mierda se borró porque despida
estableril aroma, y en su huida
se vino a hacer revistas para Soto.
A San Ángel volvióse con la mica
de su pinche mujer, porque lo arrope
y le prevenga alfalfa y bacinica.
Y ansioso de embestir, salta al galope
y con otros cornélidos publica

una revista que se llama El tope.