miércoles, 24 de agosto de 2016

La volatilidad financiera, los flojos resultados de los fondos de alto riesgo, la cautela de los vendedores y la avalancha de piezas mediocres (multiplicada por la omnipresencia de Internet) arrastran gélidos vientos a la hasta ahora incandescente hoguera artística. Christie’s, a través de una nota, se escuda en “la caída de la oferta de obras de arte que superen los 20 millones de libras [25 millones de euros]”. O sea, el segmento más elitista del elitista mercado del arte. “Las piezas importantes seguirán teniendo salida y precios elevados, el problema es que el vendedor no quiere arriesgarse”, concede Juan Várez, consejero delegado de Christie’s en España.
Tal vez porque aún perviven en su recuerdo los días de vino y rosas, cuando todo se vendía muy caro. En 2014, Christie’s era capaz de rematar 8.400 millones de dólares [7.500 millones de euros] en arte y las transacciones globales sumaban 68.200 millones. Hoy esas cifras se desvanecen. “Es verdad que existe una ralentización del mercado. Pero no es una recesión sino más bien una fatiga del consumo”, apunta Lisa Schiff, presidente de la consultora Schiff Fine Art. Mucho tiene que ver la aparición de infinidad de plataformas que venden miles de obras en Internet. De hecho, según Alexander Gilkes, cofundador de la casa de subastas digital Paddle8, “todavía hay incontables oportunidades para compañías online que ofrezcan piezas de gran nivel”.




Debido, en parte, a esa saturación “existe una mirada más selectiva”, reflexiona Hugo Nathan, director de Beaumont Nathan Art Advisory. “De momento, se han ido los frenéticos días de 2015, cuando el mercado transmitía un optimismo que impulsaba a los compradores hacia un comportamiento aventurero y a veces temerario. De algún modo, vemos el retorno de cierto realismo”, matiza. “Un mercado” —apunta Matthew Girling, consejero delegado de la casa Bonhams— “que aprecia la calidad”.
Porque llegan cambios profundos. Christie’s y Sotheby’s no quieren seguir perdiendo millones de dólares garantizando las obras a los vendedores: una estrategia basada en acordar la compra de la pieza por una determinada cantidad, aunque no se alcance en la puja. Hasta ahora era la táctica para quitarle a la competencia los mejores lotes. Sin embargo se va a restringir. En la subasta de la tarde (la más importante) de arte de posguerra y contemporáneo de mayo pasado en Christie’s Nueva York solo se respaldaron diez lotes. Hace un año, en la misma jornada, eran 50. Habrá excepciones (como la colección de David Bowie que Sotheby’s vende en noviembre en Londres), pero la barra libre ha terminado.
Sin duda porque la economía (Brexit, ralentización) y la geopolítica (elecciones presidenciales en Estados Unidos, terrorismo) anuncian un tiempo nuevo. En este mundo distinto, Sotheby’s acaba de presentar unos resultados que indican una ganancia de 63 millones de dólares (56,8 millones de euros) en los seis primeros meses del año, frente a los 73 millones del mismo periodo en 2015. Unos beneficios netos de un 30% por debajo de lo esperado.
El interés chino
Aun así, para algunos, la ocasión idónea para contemplar el vaso medio lleno. “Cuando el mercado mejore, y seguro que lo hará, nuestra compañía estará preparada para dar alegrías a los accionistas”, asegura Tad Smith, presidente de Sotheby’s. Esto justifica la profundidad de los cambios. Por ejemplo, el multimillonario chino Chen Dongsheng —casado con la nieta del expresidente Mao Zedong— acaba de convertirse en el máximo accionista (13,5%) de esta casa de subastas. En este empeño renovador, durante los dos últimos años tanto Christie’s como su archirrival han incorporado nuevos consejeros delegados.
Después de años de euforia, parece que el mercado busca cierta sensatez. Y frente a quienes esperan que tras calmarse las aguas macroeconómicas regresará otro ciclo de precios estratosféricos, los hay que viven en las fracturas del presente. “El Brexit ha creado una oportunidad para los compradores extranjeros”, sostiene Philip Hofmann, consejero delegado de la consultora The Fine Art Group. Y añade: “La devaluación de la libra es la causa de que muchas piezas que se venden en Londres sean un excelente negocio para coleccionistas chinos, europeos o estadounidenses. Sobre todo si compran artistas globales como Cy Twombly o Picasso”.
Pero esos son una minoría dentro de otra minoría. El mallorquín Juan Bonet representa el coleccionismo que no atiende a esos nombres que, como derviches, giran constantemente en el mercado del arte. “Se vive una corrección, pero solo atañe a los artistas jóvenes, que han dejado de venderse a precios desorbitados”, analiza.
“El mercado del arte es como la hidra de Lerna, cercenas una cabeza y aparece otra. La especulación con artistas emergentes ha dejado paso a la especulación con artistas muertos que nunca tuvieron éxito. El furor por la abstracción se transforma en furor por la figuración. Cuando el polvo se asienta, lo que queda es buen arte: muerto, vivo, abstracto o figurativo”, relata Stefan Simchowitz, marchante y coleccionista de Los Ángeles.
Y junto a la especulación, continúa la inequidad. Un excelente basquiat cuesta 20 millones de euros; un excelente ribera, millón y medio. Pese a tanta desigualdad, “la categoría de Maestros Antiguos es una de las menos afectadas por el entorno económico. Sobre ella repercute principalmente la [ESCASEZ DE]oferta de obras disponibles”, cuenta el especialista Matthew Paton.

El mercado del arte, antaño sólido, parece haber olvidado que, pese a haber manejado 63.800 millones de dólares (57.500 millones de euros) sus cifras eran de cristal.

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