La
volatilidad financiera, los flojos resultados de los fondos de alto riesgo, la
cautela de los vendedores y la avalancha de piezas mediocres (multiplicada por
la omnipresencia de Internet) arrastran gélidos vientos a la hasta ahora
incandescente hoguera artística. Christie’s, a través de una nota, se escuda en
“la caída de la oferta de obras de arte que superen los 20 millones de libras
[25 millones de euros]”. O sea, el segmento más elitista del elitista mercado
del arte. “Las piezas importantes seguirán teniendo salida y precios elevados,
el problema es que el vendedor no quiere arriesgarse”, concede Juan Várez,
consejero delegado de Christie’s en España.
Tal
vez porque aún perviven en su recuerdo los días de vino y rosas, cuando todo se
vendía muy caro. En 2014, Christie’s era capaz de rematar 8.400 millones de
dólares [7.500 millones de euros] en arte y las transacciones globales sumaban
68.200 millones. Hoy esas cifras se desvanecen. “Es verdad que existe una
ralentización del mercado. Pero no es una recesión sino más bien una fatiga del
consumo”, apunta Lisa Schiff, presidente de la consultora Schiff Fine Art.
Mucho tiene que ver la aparición de infinidad de plataformas que venden miles
de obras en Internet. De hecho, según Alexander Gilkes, cofundador de la casa
de subastas digital Paddle8, “todavía hay incontables oportunidades para
compañías online
que ofrezcan piezas de gran nivel”.
Debido,
en parte, a esa saturación “existe una mirada más selectiva”, reflexiona Hugo
Nathan, director de Beaumont Nathan Art Advisory. “De momento, se han ido los
frenéticos días de 2015, cuando el mercado transmitía un optimismo que
impulsaba a los compradores hacia un comportamiento aventurero y a veces
temerario. De algún modo, vemos el retorno de cierto realismo”, matiza. “Un
mercado” —apunta Matthew Girling, consejero delegado de la casa Bonhams— “que
aprecia la calidad”.
Porque
llegan cambios profundos. Christie’s y Sotheby’s no quieren seguir perdiendo
millones de dólares garantizando las obras a los vendedores: una estrategia
basada en acordar la compra de la pieza por una determinada cantidad, aunque no
se alcance en la puja. Hasta ahora era la táctica para quitarle a la
competencia los mejores lotes. Sin embargo se va a restringir. En la subasta de
la tarde (la más importante) de arte de posguerra y contemporáneo de mayo
pasado en Christie’s Nueva York solo se respaldaron diez lotes. Hace un año, en
la misma jornada, eran 50. Habrá excepciones (como la colección de David Bowie
que Sotheby’s vende en noviembre en Londres), pero la barra libre ha terminado.
Sin
duda porque la economía (Brexit, ralentización) y la geopolítica (elecciones
presidenciales en Estados Unidos, terrorismo) anuncian un tiempo nuevo. En este
mundo distinto, Sotheby’s acaba de presentar unos resultados que indican una
ganancia de 63 millones de dólares (56,8 millones de euros) en los seis
primeros meses del año, frente a los 73 millones del mismo periodo en 2015.
Unos beneficios netos de un 30% por debajo de lo esperado.
El interés chino
Aun
así, para algunos, la ocasión idónea para contemplar el vaso medio lleno.
“Cuando el mercado mejore, y seguro que lo hará, nuestra compañía estará
preparada para dar alegrías a los accionistas”, asegura Tad Smith, presidente
de Sotheby’s. Esto justifica la profundidad de los cambios. Por ejemplo, el
multimillonario chino Chen Dongsheng —casado con la nieta del expresidente Mao
Zedong— acaba de convertirse en el máximo accionista (13,5%) de esta casa de
subastas. En este empeño renovador, durante los dos últimos años tanto
Christie’s como su archirrival han incorporado nuevos consejeros delegados.
Después
de años de euforia, parece que el mercado busca cierta sensatez. Y frente a
quienes esperan que tras calmarse las aguas macroeconómicas regresará otro
ciclo de precios estratosféricos, los hay que viven en las fracturas del
presente. “El Brexit ha
creado una oportunidad para los compradores extranjeros”, sostiene Philip
Hofmann, consejero delegado de la consultora The Fine Art Group. Y añade: “La
devaluación de la libra es la causa de que muchas piezas que se venden en
Londres sean un excelente negocio para coleccionistas chinos, europeos o
estadounidenses. Sobre todo si compran artistas globales como Cy Twombly o
Picasso”.
Pero
esos son una minoría dentro de otra minoría. El mallorquín Juan Bonet
representa el coleccionismo que no atiende a esos nombres que, como derviches,
giran constantemente en el mercado del arte. “Se vive una corrección, pero solo
atañe a los artistas jóvenes, que han dejado de venderse a precios
desorbitados”, analiza.
“El
mercado del arte es como la hidra de Lerna, cercenas una cabeza y aparece otra.
La especulación con artistas emergentes ha dejado paso a la especulación con
artistas muertos que nunca tuvieron éxito. El furor por la abstracción se
transforma en furor por la figuración. Cuando el polvo se asienta, lo que queda
es buen arte: muerto, vivo, abstracto o figurativo”, relata Stefan Simchowitz,
marchante y coleccionista de Los Ángeles.
Y
junto a la especulación, continúa la inequidad. Un excelente basquiat
cuesta 20 millones de euros; un excelente ribera, millón y medio. Pese a
tanta desigualdad, “la categoría de Maestros Antiguos es una de las menos
afectadas por el entorno económico. Sobre ella repercute principalmente la
[ESCASEZ DE]oferta de obras disponibles”, cuenta el especialista Matthew Paton.
El
mercado del arte, antaño sólido, parece haber olvidado que, pese a haber
manejado 63.800 millones de dólares (57.500 millones de euros) sus cifras eran
de cristal.
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