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sábado, 28 de mayo de 2011
Federico Cantú Garza por Ernesto Lozano
Patrimonio de Federico Cantú
Ernesto Lozano
http://www.razon.com.mx/spip.php?page=columnista&id_article=78200
Al Dr. Norman Javier Narváez Hospital General de México
Federico Cantú es de los pintores más completos de México y uno de los poseedores de la iconografía más exacta sobre los mitos aztecas, toltecas, zapotecas, mixtecas; similar a la expresada por el maestro Diego Rivera en sus murales, sus lienzos y en sus grabados.
Aún más, es considerado el mejor grabador de México. Le dio identidad al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), con las esculturas sobre nuestra Madonnas, y es quien nos representa con pintura sacra en el Vaticano durante el siglo XX.
Por cerca de una década (1924-1934) realizó viajes por regiones de Europa y de los Estados Unidos. Exhibió por vez primera en el Exposition Park Museum de Los Angeles, California, en 1929, y tomó parte en diversas exposiciones colectivas en Nueva York y Filadelfia, donde se presentó su trabajo al lado del de Diego Rivera, Montenegro, Mérida, Rufino Tamayo. Regresó a México en 1934 y formó parte de la llamada Escuela Mexicana de Pintura.
En noviembre de 1938, Cantú se instaló en Nueva York, en el 355 East 50 St., en el Greenwich Village, junto al atelier de su maestro de escultura, José De Creéft. En 1943 ingresó como maestro a la escuela La Esmeralda junto con los más grandes pintores del siglo XX. Dos años después empezó a trabajar la punta seca con Carlos Alvarado Lang. Ese mismo año viajó a los Estados Unidos para impartir clases en la Universidad de California.
El contenido histórico y religioso de su trabajo fue desarrollado a través de una técnica de dibujo de excelente calidad que surgió tras su transitar en la Grande Chaumière y la Acadèmie Colarossi en la década que pasara en París. La mayoría de la obra del atelier de Montparnasse en la nación parisina fue destruida en la Segunda Guerra Mundial.
Fue hasta la década de los años 40 cuando inició su carrera como muralista. Diez años después se dedicó a la pintura mural. En 1960 empezó a producir relieves y escultura emblemática a petición del Instituto Mexicano del Seguro Social.
Creó su último monumento en 1988, a la memoria de Alfonso Reyes. Cantú transitó paralelamente junto con los más grandes críticos y poetas de la época: Renato Leduc, Luis Cardoza y Aragón, André Breton, Antonin Artaud, MacKinley Helm, José Moreno Villa, Alí Chumacero y, por supuesto, Alfonso Reyes, quien expresó del pintor: “surgió hijo de sí mismo, su obra aviva el afán prehispánico, la flora, la fauna, el paisaje y la simbología mitológica y religiosa. Pero sobre todo recrea el universo cultural que cultivó a lo largo de su vida”.
Existen muchas leyendas en torno al maestro Cantú. Una refiere al muchacho que siguió la escuela de Barbizon en Coyoacán con Alfredo Ramos Martínez. Otra alude al muchacho achichincle del maestro Diego Rivera, que muele colores de varios pigmentos, para los frescos de la Secretaría de Educación Pública. Una más refiere el transitar de un joven pintor que durante una década convive en Montparnasse con Breton, Artaud, Foujita, Zadkine De Créeft, Picasso, Miro, Man Ray, Gala, Vrieshka, Kiki de Montparnasse.
Hablamos sobre un Cantú que se integró a la Escuela Mexicana de Pintura y que expuso en el MOMA en la Tate Gallery, uno de los artistas fundadores de la Perls Gallery y que fue visitado por Rockefeller. Un Federico Cantú que fincó su grandeza en monumentos, universidades y edificios públicos, sacros y privados por toda nuestra nación.
La Razón conversó en exclusiva con Adolfo Cantú, albacea de la obra de Federico, quien fuera su abuelo.
¿Cómo se logra recuperar la obra del maestro Federico Cantú?
Al fallecer el maestro queda como albacea de la obra su hermano, pero las cosas se fueron complicando... Al morir mi abuelo, el último domingo de enero de 1989, el albacea no hace la denuncia testamentaria que incluía la fortuna de Federico que ganó gracias a su producción artística, al saber esto, nos centramos en salvar su riqueza artística. Si el dinero se tenía que perder que se perdiera, pero era necesario poner a salvo la obra, pues no existían inventarios. Pedí asesoría y recurrí al despacho Goodrich Riquelme, sin tener idea de cuánto podía costar una sucesión testamentaria, más cuando se trata de obras de arte. Éramos siete familias interviniendo por quedarse con la obra, El proceso duró aproximadamente cinco años, tiempo durante el cual nos vimos imposibilitados de promover la obra del artista.
¿Qué sucedió durante ese tiempo?
Decidimos sacar un primer libro sobre la obra de Federico Cantú, financiado por BANPAÍS y firmado por CONACULTA como investigación. Hasta ese momento no existía libro alguno a la venta. Mi abuelo atesoraba todo lo que producía, él imprimía sus grabados y era lo que vendía. Los óleos los acumulaba como loco, a tal grado que el inventario superó las 15 mil piezas en pintura, escultura y proyecto mural al momento de su muerte. Federico Cantú trabajó todas las técnicas: dibujo, cafeína, carbón, todo lo imaginable en un artista. Él nunca se separó de su colección de tintas de París.
¿Qué obras importantes y en qué lugares podemos encontrar parte de la producción del maestro Cantú? En 1957 (año en que muere Diego Rivera), mi abuelo recibe el encargo de hacer en la universidad de UIC un mural sacro, justo después de terminar el mural Los informantes de Sahagún en la Pinacoteca Virreyna. En el Museo Regional de Morelia ya contaba con Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis. En 1958, durante el 150 aniversario de nuestra Independencia, creó La unidad Independencia, por aquel tiempo le encargaron todo lo que tiene que ver con el IMSS: La tira de la peregrinación azteca en el Centro Médico Siglo XXI, Enseñanzas del cura Hidalgo en Guanajuato, y todas la madonnas de esa institución, La Purísima en la Universidad de Nuevo León.
¿Cómo fue de significativo el paso de Federico por París y esa relación especial que siempre sostuvo con Francia?
De 1924 a 1934 convivió con todos los grandes de Montparnasse. En el mismo edificio donde él vivía estaban Man Ray, Joan Miró, Tsuguharu Foujita, amigo de Diego y novio en ese entonces de Kiki de Montparnasse. Todos allegados a Modigliani, Joaquín Peinado, Picasso, Ginés Parra, Julio González, Bretón, Eluard, Ernest Hemingway, Lino Espilimbergo y los cubanos Wilfredo Lam, Mario Carreño y Carmelo González —quien después expone en México entre los años 34 y 36 en la Galería de Inés Amor, hoy Galería de Arte Mexicano, la más representativa galería de México—. En México, Cantú recibió al “poeta maldito”, Antonin Artaud y trajo al nuevo grupo de franceses para realizar aquí la primera exposición surrealista.
Hasta aquí la primera parte de dos de esta columna sobre el gran artista mexicano de quien la crítica Raquel Tibol dijo, “Cantú es el gran olvidado”.
Federico Cantú 1907-1989 Pintor, grabador, escultor Estudios: arte en las Escuelas de Pintura al Aire con Ramos Martínez Parte de su legado: Enseñanzas de Quetzalcóatl Enseñanzas del cura Hidalgo Tira de la peregrinación azteca Cristo muerto Cuatro jinetes del Apocalipsis El triunfo de la muerte Zapata, Tierra y Libertad Leda y el cisne Monumento a Alfonso Reyes
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