martes, 10 de abril de 2012

Boris Viskin





Art’s only claim is for art. Art is the definition of art.
Joseph Kosuth

Froto mi Borges de bolsillo: Homenajeo a Bacon, que homenajea a Van-Gogh, que homenajea a Millet, que homenajea a…
Boris Viskin 

El espacio de la representación pictórica o, la representación pictórica del espacio (la tercera dimensión en el plano), ha sido una constante reflexiva en la pintura de Boris Viskin; maestro en la realización de infinitos analíticos, oníricos, irreales. En la obra de Viskin, los marcos y los bastidores han venido jugando un papel cada vez más protagónico. Postura posmoderna, la de revelar los márgenes, con la cual ha creado una nueva meta-pintura: un barroco laberíntico que, aún así, abre horizontes de fuga para la mirada, en cualquier superficie y a partir de un poco de textura plástica. 
El trabajo de Boris Viskin aquí presentado, dialoga con las obras maestras de la pintura, mostrándonos a un pintor que reflexiona activamente sobre otros pintores. Como si el artista interviniera las páginas del gran Libro Universal de la Pintura, donde cada reto formal, cada estilo y temática, van apareciendo en una evolución sucesiva que los historiadores del arte ubican cronológicamente, explican geográficamente, o definen por género (paisaje, retrato, naturaleza muerta, etc.), como una especie de virus de la imagen, el trabajo de Viskin va atravesando las páginas del gran libro, avanzando del Renacimiento hasta los ismos del siglo XX: romanticismo, simbolismo, impresionismo, muralismo, realismo, hiperrealismo, expresionismo, surrealismo, dadaismo, cubismo, constructivismo. Recita el relato que comienza con la excitación por el poder de la mímesis, después transita hacia la subjetivación de la mirada y finalmente llega la abstracción a la pintura y el consecuente abandono del lienzo: Arte abstracto, arte pop, arte minimalista, arte conceptual, arte acción, arte objeto…
Viskin es un artista con un lenguaje maduro. Una larga trayectoria ha formado su estilo; es así que, con su propia dicción, vuelve sobre las obras de los grandes pintores de la historia. El artista reelabora las obras que llaman plásticamente su atención y las trans/forma, re-presentándolas. Algunas de sus pinturas parten de pegar la postal de un cuadro famoso sobre el lienzo e ir extendiendo trazos, áreas, colores. Otras piezas son más bien copias, hechas por su propia mano, de estilos y motivos de otros pintores. Imitación, homenaje, retrato, parodia, collage, colección: formas de apropiación en el arte, puestas en marcha por el operativo pictórico-deconstructivo de Viskin. De la postal y el catálogo, de las visitas al museo, de la suma de experiencias frente a las pinturas, la memoria y el ojo se quedan con fijaciones, fragmentarias o distorsionadas, que actúan al recomponer la obra en el taller.
El respetable libro de la Historia del Arte “con mayúsculas”, es trastocado por Viskin; quien toma unas tijeras y hace con gran libertad un ejercicio de bricolage interminable, con una proliferación de marcos invadiendo los lienzos, como si el movimiento de la mirada sobre las obras no pudiera parar de encuadrarse nunca. Fragmentos de imágenes de otros artistas, han quedado involucrados en la trama interminable de marcos y recuadros que ensambla Viskin; en esta exposición, hay por lo menos otra pintura dentro de sus pinturas.
La pintura se hace en el diálogo con la pintura. Un pintor se forma imitando, negando, retomando, haciendo guiños o desplantes al trabajo de otro pintor que admira o al que quiere superar. Mediante los materiales fragmentarios de los cuadros, Viskin genera analogías y asociaciones,  juego de espejos, en donde la pintura se piensa desde la pintura. El arte siempre está influido por el arte, ese soliloquio del arte con el arte, es otro laberinto por el que ahonda el espectador de su obra.
Pinturas, como homenajes a sus artistas favoritos, cuadros compuestos del goce por la pintura, re-visitaciones a las obras que han marcado su propia búsqueda como pintor. El Giotto, artista de la iluminación mística, aparece en una instalación intervenido con focos de neón. A la última cena de Leonardo Da Vinci, gran fresco pintado con conocimientos prodigiosos de composición perspectiva, ovacionado por la manera en la que los personajes de la Biblia se instalan sólidamente en el espacio de la representación virtual, Viskin le deja únicamente la mesa desnuda, sustituyendo a los personajes y los objetos por sus nombres escritos en el lugar que han dejado vacío. Respecto a la Monalisa, Viskin nos hace pensar que la Gioconda es la imagen más prostituída del arte y literalmente, en este díptico, mediante una leve distorsión (que puede ser efecto del movimiento de las ruedas de bicicleta que hacen de marcos a la obra), la mujer enigmática se ha vuelto perversa, luce como una femme fatale, lujuriosa.
Al repetir sobre su lienzo, en mayor escala, el motivo de círculos blancos sobre fondo negro de Alexander Rotchenco, reproducido en una postal, Viskin pone en juego una de sus estrategias favoritas: el cuadro dentro del cuadro en un eco visual ad infinitum. Representación dentro de la representación, dentro de la representación. Otro ejemplo divertido es la continuación del cortinaje verde, que aparece en el retrato de un noble italiano, realizado por Ángelo Bronzino y que Viskin continua en su lienzo, haciendo un bucle espacial que une dos postales repetidas de la misma obra. Integrando espacios imposibles de cohabitar, da continuidad a los diferentes planos de la ilusión pictórica. Con la misma lógica funciona el aro que une meta-pictóricamente, con la forma de un brazalete, las célebres manos pintadas por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, donde hombre y Dios casi se tocan con los dedos.
¿Cómo relacionaría un historiador del arte a Giorgio De Chirico, Mark Rothko y Francis Bacon? Viskin los une continuando los trazos estratégicos de su composición espacial, y destacando coincidencias cromáticas entre las obras. Este tríptico, nos ofrece tres metafísicas del espacio: El umbral espiritual en Rothko, el espacio matemático de las pesadillas de Bacon, y el horizonte surrealista, ensoñado por De Chirico.
Otro ejercicio, consiste en enmarcar la mirada sobre las obras: El Greco amanerando la representación del paisaje; la reivindicación post-neo dada romántica del caminante sobre el mar de nubes, de Caspar David Friedrich…El campo de trigo, de Vincent van Gogh . También el humor y el sarcasmo aparecen en estos homenajes, como en la anti-solemne “Paleta de Goya”, con un juego de dobles sentidos semánticos. Viskin no se aproxima a las pinturas desde el conocimiento del especialista, el crítico o el historiador, sus obras no suponen una explicación o un fin didáctico, todo lo contrario, son un diálogo interno, personal, constante entre su pintura y La Pintura.
La pieza  “Silla mirando sus partes”, que da título a la muestra, señala Viskin: “tiene esos dos componentes, cual Plasti-loka, que conforman mis piezas consentidas; Por un lado el de: “chale!, esto ya lo vi en algún lado” y por el otro el de “ah caray!, esto no lo había visto antes. Yo soy esa silla mirando sus partes. Faltarán varios pintores, escritores y artistas, pero estos Homenajes son mis partes. O para ser exactos: son Parte de mis Partes. Partes  que como la materia que los conforma, (maderas, cachos de marcos, fotografías, etc.), intentan desprenderse de su origen para construir algo nuevo. Por eso la pieza: “Silla mirando sus partes” tiene tantas partes. Esta hecha no de una silla sino de muchas.”
En más de una obra, Viskin hace referencia a la famosa silla con la cual Joseph Kosuth polemizó el sentido del arte. Llevando hasta la tautología al objeto  y su definición, Kosuth desenmascaró al arte de la representación pictórica como una sucesión de estilos que obedecen al gusto estético. Afirmando que esto poco tiene de arte, el artista norteamericano transfirió la responsabilidad analítica de la filosofía al arte conceptual. Viskin sigue algunos de sus ejercicios al pie de la letra, como cuando escribe en dorado el nombre de los santos en vez de pintarlos en el cuadro de  La última cena. Por su parte, en la retórica de la silla, mientras que la silla platónica busca en el topus uranus su esencia pura, y la de Kosuth encuentra su definición en el diccionario, ¡En la silla de Viskin, el catálogo de las partes es mayor que la unidad del todo!
Apuntes para des-historiar el arte.
Itala SCHMELZ, abril 2012.


***


Boris Viskin nació en la ciudad de México en 1960 donde vivió su niñez. Su juventud transcurrió en Israel (Jerusalén, Tel Aviv y Kibutz Galed), y posteriormente vivió tres años en Florencia, Italia, donde arrancó su trayectoria pictórica. En 1985 regresa a la Ciudad de México y forma parte por dos años de los talleres de grabado y litografía de la Academia de San Carlos.

Estos cambios de culturas, paisajes e idiomas quedan plasmados en su obra, donde ya sea a través de figuras pequeñas devoradas por grandes espacios, o a través de mezclas de elementos abstractos que se contraponen a otros figurativos, brota la presencia del ser desarraigado: por un lado frágil y vulnerable, por otro firme y fuerte ante el aparente sin sentido de su existencia. Respecto a su obra dice el artista: “Siempre desconfié y me sentí incomodo con las palabras. Desde muy temprana edad el mundo de las imágenes fue siempre un espacio más sólido y seguro. Por ende la Pintura, con todas sus limitantes, ha sido para mi el medio ideal para hilar mis múltiples y contradictorias personalidades. A ratos me siento un cavernícola intuitivo; a ratos un artista conceptual.”

Ha expuesto individualmente desde 1984 en México (Ciudad de México, Monterrey,
 Guadalajara, Zacatecas), así como en el extranjero: (Los Ángeles-E.U.A, Zurich-Suiza, Buenos Aires-Argentina, Florencia- Italia, Jerusalén- Israel, La Paz-Bolivia). También ha participado en numerosas exposiciones colectivas en México y en el extranjero. Ha expuesto en importantes museos nacionales e internacionales, tales como el Museo del Palacio de las Bellas Artes, Museo Rufino Tamayo, Museo de Arte Moderno, Museo de la Ciudad (México DF.); Art Chicago, Museo de Arte Moderno en Bélgica, Centro Recoleta de Buenos Aires, Petit Palais, Paris, Francia, entre otras ciudades. 


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