jueves, 21 de julio de 2011

Manuel Rodríguez Lozano















Manuel Rodríguez Lozano
Pensamiento y pintura, 1922-1958


Sala de exposiciones temporales
Museo Nacional de Arte

Del 20 de julio al 9 de octubre del 2011




Rodríguez Lozano, Manuel
Santa Ana muerta con cuatro figuras, 1933
Óleo sobre tela
37 x 48.5 cm
Colección particular






Manuel Rodríguez Lozano

En busca de lo luminoso



MANUEL RODRÍGUEZ LOZANO, PENSAMIENTO Y PINTURA, 1922-1958, SE EXPONE EN EL MUSEO NACIONAL DE ARTE





Rodríguez Lozano, Manuel
(Ciudad de México, 1896 – 1971)
La tragedia en el desierto, 1940
Óleo sobre tela
200 x 125 cm
Colección Marcos y Vicky Micha








A manera de un merecido homenaje al pintor mexicano MANUEL RODRIGUEZ LOZANO en el cuarenta aniversario de su muerte , El martes 19 de julio del presente año, El Museo Nacional de Arte presento en una pre inauguración para coleccionistas, la exposición MANUEL RODRIGUEZ LOZANO Pensamiento y Pintura que permanecerá abierta la publico del 20 de julio al 9 de octubre , sin duda esta curaduria que incluye un centenar de obras de magnifica hechura nos dan muestra junto con su catálogo de las vivencias , pasiones, viajes y pretensiones estéticas de este magnifico artista mexicano.




A lo largo de la exposición temporal “Pensamiento y Pintura” podemos explorar junto con su obra una serie de documentos dispuestos en ocho hojas de sala.

Durante el recorrido por la Sala de Exposiciones temporales del MUNAL la noche de la inauguración de la muestra, Arturo López, historiador y curador de la misma, mencionó que ésta exposición obedece a dos propósitos fundamentales:
Por un lado contribuir a la historia biográfica Rodríguez Lozano , del que se desconocen ciertos datos, así como reexaminar y hacer una relectura de la iconografía de este artista en la plástica mexicana del siglo XX.



Un año y medio le llevó al curador Arturo López preparar la exposición monográfica Manuel Rodríguez Lozano, pensamiento y pintura, 1922-1958, que ayer inauguraron Alejandra de la Peña, subdirectora de Patrimonio del INBA y Miguel Fernández, director del Museo Nacional de Arte.



Rodríguez Lozano, Manuel
El holocausto, 1944
Óleo sobre tela
123.5 x 178 cm
Museo de Arte Moderno, INBA



Como se explicó durante el recorrido y más tarde en la inauguración, sobresalen dos sentidos, el primero, examinar al artista como parte de una de las vocaciones que el museo tiene desde 1982, realizar exposiciones monográficas de los artistas de su acervo y el segundo, recordar al autor por sus 40 años de su fallecimiento que se cumplieron en marzo pasado.

La muestra fue dividida en cuatro núcleos: La mirada colosal, que aborda la época “monumental” de Rodríguez Lozano; Un fovismo mexicanista, en el que se plantean los inicios del artista en los años 20; Un país luminoso, que muestra un conjunto de obras basadas en "el alma mexicana" y El silencio y la tragedia.

Arturo López se refirió a las 130 obras, entre libros, documentos y fotografías, de la exposición que se propone contribuir al enriquecimiento de la historia biográfica del creador, revalorar sus aportaciones a la plástica mexicana y presentar la obra de sus discípulos, entre ellos, Ángel Torres Jaramillo (Tebo), el fotógrafo Antonio Reynoso, Francisco Zúñiga, Abraham Ángel, Julio Castellanos e Ignacio Nieves Beltrán (Nefero).




Rodríguez Lozano, Manuel
Los amantes, 1943
Óleo sobre tela
30 x 38 cm
Colección particular


Incluyó además el acercamiento de Rodríguez Lozano al grupo de los Contemporáneos en los años 20 del siglo pasado, su relación con su mecenas Antonieta Rivas Mercado, su casamiento con Nahui Ollin y su participación en la Revista Ulises.

La exposición enfatiza momentos muy importantes de la vida del creador: los años 40, tras su encarcelamiento en Lecumberri, al ser inculpado injustamente del robo de cuatro grabados de Durero de la Escuela Nacional de Bellas Artes, de donde era director.

El curador recordó que durante el tiempo en que permaneció encarcelado se dedicó a dar clases de pintura a los presos y a realizar su primer mural, La Piedad en el desierto, al tiempo que se transfiguró porque de la cárcel obtuvo grandes enseñazas no sólo pictóricas sino emotivas.



Rodríguez Lozano, Manuel
(Ciudad de México, 1896 – 1971)
Il verdaccio, 1935
Óleo sobre tela
161 x 141 cm
Colección Ariel Zúñiga

El concepto curatorial, dijo López, se estableció a partir de cuatro núcleos temáticos que dan cuenta de la trayectoria del artista que son: "La Mirada Colosal", que va de 1930 a 1939, con la creación de colosales figuras humanas desnudas, de notable expresividad, sensualidad y, a menudo, de indefinición sexual.






Tras ese periodo emergió El holocausto, que plasmó en 1944 para la casa de Francisco Sergio Iturbe, ubicado en la calle de Isabel la Católica, número 30 en el Centro Histórico, donde se presentará el catálogo de la exposición el 31 de agosto.

Las piezas provienen de diversas colecciones nacionales, además de las del acervo del Munal, y mencionó entre las más importantes y que no habían sido exhibidas, los retratos de Jaime Torres Bodet y de Daniel Cosío Villegas así como algunos paisajes de los años veinte.

Entre otras ideas, recordó que Rodríguez Lozano ha tenido dos grandes muestras: una retrospectiva en 1971, en Bellas Artes, y la segunda, organizada por el Museo de Arte Moderno en 1997, de donde salió el catálogo Rodríguez Lozano, una revisión finisecular.



Siendo uno de los exponentes más representativos de su colección, el recinto nunca le dedicó una revisión monográfica sino hasta ahora, cuando se inaugure el 20 de julio, en el marco de su 40 aniversario luctuoso, la exposición Manuel Rodríguez Lozano, pensamiento y pintura, 1922-1958.



Rodríguez Lozano, Manuel
Autorretrato, 1924
Óleo sobre cartón
72 x 61.5 cm.
92 x 80 cm. c/m
Colección Lance Aaron, San Antonio, Texas

Es curioso el transitar de una obra y cómo esta adquiere una dimensión con el paso del tiempo, sin saberlo el artista pinta un concepto y al pasar de los años adquiere un valor tanto estético como patrimonial, mismo valor dependerá de la aportación que la obra legue a un movimiento en dicha época y de la difusión del artista tanto en el ámbito nacional como internacional.

Sin embargo y podemos observar que dentro de la obra de Rodríguez Lozano
su biografía estará sumamente ligada a la temática de la misma , pero curiosamente
el valor de la obra de este gran artista será otro después de esta magna exposición ,
completamente diferente a el de una obra aislada del mismo artista hace diez años y que mejor ejemplo que las obras de Rodríguez Lozano, que incluyen algunas de las colecciones de esta exposición , por ejemplo este magnifico autorretrato de la colección de Lance Aaron mismo que ya había aparecido en otras curadurías de años anteriores pero que ha partir de hoy es referencia del Fauvismo Mexicanista.




“El silencio y la tragedia” incluye obras como “La piedad en el desierto”, mural realizado en la Penitenciaría de Lecumberri en 1942, que muestra un conjunto de pinturas de escenas trágicas: generalmente mujeres enrebozadas, con rostros de gélida plasticidad en escenarios desolados, nostálgicos.




Rodríguez Lozano, Manuel
La piedad en el desierto
Pintura al fresco
255.8 x 229.8 cm





Rodríguez Lozano en el Munal
Teresa del Conde/ I
H
oy día en esta ciudad se revisan mediante exposiciones monográficas a tres pintores: Roberto Montenegro, Ricardo Martínez y el que ahora me ocupa: Manuel Rodríguez Lozano.

La muestra, con todo y faltantes negados por algunos coleccionistas e instancias, es la más completa que se le ha brindado, pues ofrece el meollo de su trayectoria pictórica en su contexto. Hay demasiados misterios en su vida imposibles de develar a través de su pintura, pues ese intento, a tanta distancia, únicamente redundaría en sobreinterpretaciones.

La exposición de Rodríguez Lozano, el catálogo próximo a aparecer y el ciclo de conferencias que acompañan su vigencia suscitará la necesidad de ahondar en su problemática, como ya sucedió en parte a través de la publicación de la entrevista a Raquel Tibol, efectuada por el curador el 6 de junio pasado.

En parte versa sobre el hurto del que se le acusó injustamente, cuando fungía como director en la ENBA (Escuela Nacional de Bellas Artes, hoy de Artes Plásticas), endilgándole haber sustraído o perdido grabados de Durero y de Guido Reni, que aparecieron por casualidad hasta 1966.

Durante su consecutivo encarcelamiento en Lecumberri, el artista pintó La piedad en el desierto, el mural transportable que no falla en llamar la atención en la sala de los murales del Palacio de Bellas Artes. Es interesante percibirlo ahora adherido a su propia producción y, sobre todo, calibrar la diferencia que existe entre ese trabajo al fresco de 1941 y la versión al óleo de 1945 que también se exhibe. Eso, por sí sólo, amerita la visita al Museo Nacional de Arte (Munal) por pintores actuales.

La exposición abarca trabajos desde 1922 hasta 1958, si bien el pintor de vida tan callada y carácter difícil, falleció en 1971. ¿Por qué decidió abstenerse de pintar durante la etapa postrera de su vida?, sus razones quedan en la incógnita,

La curaduría, a cargo de Arturo López Rodríguez, está dividida en rubros. La muestra abre con una pintura muy plana (a mi juicio), que ha sido poco vista. No se optó por visión cronológica. Al ingreso sigue la visión de su etapa denominada colosal, dado que en ella se inscribe el cuadro del personaje visto de espaldas titulado El coloso (que no es afortunado), más otras pinturas que integran la que quizá sea una de las dos modalidades con las que tendemos a identificarlo en mayor medida.

En esta sección destacan Las parcas, tres mujeres de enormes extremidades inferiores que devanan una bola de estambre rojo, lo que da el título a la escena. El empleo del color es algo en lo que hay que poner mucha atención, sus usos en ese aspecto guardan relación con las visiones que tuvo de las vanguardias parisinas, practica la figuración como si fuera un artista abstracto.

Siempre afirmó que fue autodidacta, cosa que no necesariamente es cierta, porque durante su estancia europea pasó lapso sobrado en San Sebastián, donde el tiempo liberado del que disfrutaba pudo ponerle en contacto con maestros de la región. Fue tan buen dibujante que Picasso le obsequió un grabado que dedicó al gran dibujante Rodríguez Lozano, creo que lo hizo porque sus dibujos, llamémosles académicos, guardan reminiscencias de Ingres y Picasso; vaya si admiraba a Ingres.

Rodríguez Lozano puso énfasis en la influencia que recibió de Picasso, pero ya viendo de cerca, me parece que ni aun en la etapa gigantística o colosal su opción se base en el periodo Dinnard del malagueño.

Otra pintura en esta sección, El Verdaccio, se integra de dos figuras; una mujer arrodillada vista de perfil parece secar o limpiar la piel del enorme joven sentado y frontal que se mira en un espejito. No es que éste sea verde, sino que el término alude a su lozanía: él es todavía verde, eso quiere decir la palabra verdeggiante. Quizá el autor escogió el título atendiendo a su apellido, se sintió lozano y en cierto sentido todavía verde.

El título del segundo apartado un fauvismo mexicanista me parece menos afortunado, pues veo pocos o ningún eco fauve en sus obras que están en perfecto contexto con la llamada contracorriente a la que ha aludido Jorge Alberto Manrique.

Ésta se inserta, desde luego, en la escuela mexicana de pintura, en cuanto a obra de caballete (no en los murales) de esa época. Así como en el primer rubro se incluyó, muy pertinentemente, una obra lozaniana de Francisco Zúñiga, en éste hay piezas de sus discípulos y amigos-amantes Tebo y Nefero. Puede verse su autorretrato de 1924 en el estilo que fue propio de Abraham Ángel. Se le ve de frente, vistiendo una gabardina muy europea de cuello levantado. Es un dandi ante un villorio.

AnteriorSiguiente
Subir al inicio del texto

No hay comentarios:

Publicar un comentario